¿Quién tiene la
culpa?
Un policía mató a un joven en Andalgalá. No sabemos cómo concluirá la causa judicial, pero se hablaba de que podría recibir hasta una pena de prisión perpetua.
Mirado desde el punto de vista de la víctima, sus familiares y amigos, sería “merecida”. Desde la perspectiva del policía, sus colegas y allegados, sería una injusticia total porque actuó para defender a la sociedad ante acciones delictivas del joven fallecido y un cómplice, y porque lo mató sin que ésa fuera su intención. Desde la mirada de la sociedad se podría analizar qué hay detrás de ésta y otras situaciones en las que policías actúan sin la debida precaución. Porque a este lamentable hecho se podrían sumar las graves acusaciones contra policías de la comisaría Décima o de otras dependencias, o actitudes más cotidianas como cuando guardianes del orden intentan impedir que un reportero gráfico tome imágenes de situaciones de interés periodístico y cuando se les dice que se está ejerciendo un derecho laboral contemplado por la ley, tiene expresiones como “qué me importa la ley” y actúan con prepotencia evidente delante de muchas personas.
¿Cómo es la preparación que reciben los y las jóvenes que tendrán tan delicada misión como es la de representar a las fuerzas de seguridad? ¿Están debidamente entrenados para soportar situaciones límites? ¿La formación tiene una carga de soberbia como para que en vez de asumir una actitud de servicio se quieran llevar el mundo por delante?
En muchas oportunidades trascendió que la educación de los cadetes incluye brutales castigos, de tal manera que llegan a naturalizar la crueldad y la altanería. Para colmo, muchos policías realizan adicionales -que serían como horas extras- para reforzar sus salarios, lo que les produce un mayor estrés con sus trágicas consecuencias.
Frente a esta realidad ponemos la mirada en la institución y en la formación que reciben quienes después estarán en las calles portando armas. Y por eso insistimos en la necesidad urgente de avanzar en reformas profundas en la Policía para que verdaderamente sirva a la sociedad y no la atemorice.
El Esquiú