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aniversario del natalicio de Fray Mamerto Esquiú. Contamos parte de su historia
y la significancia que tiene el fraile para Catamarca.

Desde
los cinco años comenzó a usar, por intermedio de su madre, el hábito
franciscano que no lo abandonó en toda su vida, como promesa de su delicado
estado de salud. Ingresó al noviciado del convento franciscano catamarqueño el
31 de mayo de 1836, y al cumplir 17 años se ordenó sacerdote, celebrando su
primera misa el 15 de mayo de 1849.
Desde
joven dictó cátedra de filosofía y teología en la escuela del convento; también
se dedicó fervientemente a la educación siendo maestro de niños, a lo cual
dedicó mucho entusiasmo, además de fervorosas homilías. Desde 1850 dictó
cátedra de filosofía en el colegio secundario fundado por el gobernador Manuel
Navarro.
A
Fray Mamerto Esquiú Catamarca lo tiene bien presente. Es el autor del Sermón de
la Constitución de nuestra provincia. ¿Cómo se dio esto?
Después
de la batalla de Caseros, en que fue derrotado el régimen de Juan Manuel de
Rosas, la provincia de Catamarca recibió con alegría la noticia de que se iba a
dictar una Constitución.
Pero
en la Asamblea Constituyente reunida en Santa Fe triunfó la postura liberal
sobre la tradicional, restrictiva de la libertad de cultos, sostenida por el
padre Pedro Alejandrino Zenteno, diputado por Catamarca.
Derrotado,
Zenteno regresó a Catamarca dispuesto a hacer lo posible para evitar que la
Constitución fuera aprobada por su provincia, apoyado por la población cuya
postura religiosa era conocida.
El
gobernador Pedro José Segura apoyó la posición de Zenteno, y una mayoría de la
Legislatura se preparó a rechazar la Constitución, al menos en lo concerniente
a la libertad de cultos. Para ello, preparó una manifestación que disolvería la
reunión obligatoria de la población para la jura de la Constitución, la cual se
celebraría el 9 de julio de 1853. Convencido de la posición antiliberal de
Esquiú, Segura le encargó un sermón patriótico en ese sentido.
Sorprendentemente,
éste pronunció su discurso más conocido, favorable a la jura de la
Constitución, conocido como Sermón de la Constitución: recordó la historia de
desuniones y de guerras civiles argentinas, y se felicitó por la sanción de una
Constitución que traería nuevamente la paz interna.
Pero
para que esa paz durara, era necesario que el texto de la Constitución quedara
fijo e inmutable por un largo tiempo, que no fuera discutida por cada
ciudadano, que no se le hiciera oposición por causas menores, y que el pueblo
argentino se sometiera al poder de la ley:
\"Obedeced,
señores, sin sumisión no hay ley; sin ley no hay patria, no hay verdadera
libertad, existen sólo pasiones, desorden, anarquía, disolución, guerra...\"
No
pudo terminar la frase, porque el auditorio lo apabulló con un cerrado aplauso.
La primera resistencia a la Constitución en el interior había sido vencida, y
Catamarca juró la Constitución hasta el último de sus funcionarios y personajes
notables.
Su
sermón alcanzó trascendencia nacional y fue copiado en la prensa de todas las
provincias; la resistencia que se le podía haber hecho a la Constitución en
otras provincias quedó vencida por la elocuencia de un fraile desconocido de
una provincia pequeña. El texto del sermón patriótico fue impreso y difundido
por el país por decreto del presidente Justo José de Urquiza. Hasta en Buenos
Aires, que había rechazado el Acuerdo de San Nicolás y la Constitución, su
sermón tuvo un eco inesperado, aunque de todos modos se sancionó una
constitución provincial que de hecho separaba al Estado de Buenos Aires del
resto del país.