Todo un pueblo está
aterrorizado por joven al que creen poseído
Crudos
relatos de la madre y del hermano del joven que degolló a su perro, bebió su
sangre y comió su carne. El muchacho vive atormentado por extraños fenómenos y
su familia y vecinos temen lo peor.
“SIENTO
VOCES, VEO VÍBORAS POR LAS PAREDES Y UNA QUIERE METERSE EN MI BOCA”.
“No
puedo dormir en las noches. Tengo mucho miedo. Veo víboras subiendo por las
paredes. Hay una roja que me persigue y se me quiere meter por la boca”.
Un
trastorno psicológico o delirio “místico”, sea cual fuese la verdad, Raúl Gómez
(alias, “Overa”) paraliza por estos días a los pobladores de Luján (distante
120 kilómetros de la capital provincial) y a quienes residen a la vera de la
ruta 5, o a sus vecinos de Santa Lucía, San Isidro, San José, El Negrito, etc.
Acaba
de shoquear a familiares, policías y mucho más a los médicos.
En
el patio de la casa, una tarde reaccionó desesperado. Había tomado algo de vino
y ello desató una sucesión de hechos aún irresueltos y misteriosos.
“Tomó
a su perra (“Perlita”). La mató y empezó a tomar su sangre”, reveló su madre,
Nilda Gómez.
Explicó:
“Después nos ha dicho que había voces ordenándole matarla, o que mate a su
madre, o a su hermano menor”.
Los
gritos y la desesperción desembocaron en una denuncia y la inmediata
intervención de la Subcomisaría de Bandera Bajada, hacia donde fue llevado y
luego internado en el hospital local y en el Independencia.
“Tengo
miedo”
Recluido
en su casa, junto a su hermano Mario Daniel, ayer “Overa” recibió a EL LIBERAL
y desgranó su historia.
“Por
las noches veo víboras. Una roja se me quiere meter por la boca. Salgo
corriendo al monte. Me pongo como loco”.
Ahondó:
“Me tuvieron internado, pero dicen que estoy bien. Igual, me da miedo la
oscuridad. Cuando me pasa eso sólo me ordenan que haga lo que quiera, hasta
matar”.
Recordó
que todo empezó a los 20 años. “Andaba ‘kiliando’ (comprando mercadería) para
una mujer. Empezó a seguirme un bicho que me alcanzó y me dio una paliza.
Llegué mal a la casa”.
No
es todo. El hombre sostiene que ve “a un animal orejudo con los ojos rojos.
Antes tomaba y me enloquecía más. Ahora ya dejé el vicio, pero no me pasa”.
Voces
de alarma
Consultado
por qué degolló a su perra y bebió la sangre, advierte: “No me acuerdo. Sí
quedé medio muerto. Me llevó la policía y después me tuvieron por los
hospitales”.
¿Cuánto
pesa hoy?, interrogó este medio.
“Bajé
mucho. Dejé de trabajar. No tengo fuerzas. Me tiembla el cuerpo. Ya no me
visitan mis amigos y no quiero salir de casa”.
Contra
cualquier lógica médica, “Overa” de a poco pareciese sumergirse en un pozo
depresivo, sin que nadie emerja hoy para rever un desenlace no tan
imprevisible. Más bien se lo asocia con la impronta de su habitual rareza.
