Histórico:
Francisco proclamó santo al Cura Brochero
En una emotiva ceremonia, el Papa canonizó al sacerdote cordobés y a otros seis beatos de distintos países. "Ellos representan el estilo de vida espiritual que nos pide la Iglesia", destacó.
El papa Francisco proclamó ayer santo al "Cura Gaucho", el argentino José Gabriel Brochero, ante miles de fieles que asistieron a la ceremonia en la plaza de San Pedro en el Vaticano.
Después de pronunciar la tradicional formula en latín para proclamar al primer santo argentino, el papa rezó por él y elogió el "corazón generoso y fiel" de quien que supo recorrer a lomo de mula los cerros cordobeses para transmitir la palabra de la religión católica.
El sacerdote cordobés que evangelizó a lomo de mula en las sierras de Córdoba e hizo propias las necesidades de los sectores más pobres de esa región mediterránea, se convirtió así en el primer santo que nació, vivió y murió en la Argentina.
En la misma ceremonia, el Sumo Pontífice proclamó santo al "niño mártir", el mexicano José Sánchez del Río, un joven cristero de 14 años procesado y ejecutado por oficiales del gobierno de su país, durante la guerra cristera en México en 1928.
Los dos nuevos santos latinoamericanos, que vivieron a comienzos del siglo XX, son figuras que representan a la iglesia católica en el continente: uno comprometido con los pobres y enfermos, otro dispuesta a sacrificar su propia vida por la fe.
"Los santos son hombres y mujeres que entran hasta el fondo del misterio de la oración. Hombres y mujeres que luchan con la oración, dejando al Espíritu Santo orar y luchar en ellos; luchan hasta el extremo, con todas sus fuerzas, y vencen, pero no solos: el Señor vence a través de ellos y con ellos", explicó el papa ante miles de fieles.
Durante la ceremonia también fueron canonizados otros cinco santos: los franceses Salomón Leclercq (1745-1792) e Isabel de la Santísima Trinidad Catez (1880-1906), el español Manuel González García (1877-1940) y los italianos Ludovico Pavoni (1784-1849) y Alfonso María Fusco (1839-1910).
Las reliquias de los nuevos santos, entre ellas fragmentos de huesos, fueron bendecidas por el papa Francisco.
"Ellos representan el estilo de vida espiritual que nos pide la Iglesia: no para vencer la guerra sino para vencer la paz", recalcó el papa, recordando que "hay que orar siempre sin desanimarse".