Bronca, dolor y desazón de la gente de Bañado de Ovanta
Las pérdidas son totales y deberán volver a empezar de cero. Quejas por las promesas incumplidas.
Gente sacando agua y barro de sus casas, colchones, ropa, muebles, heladeras, elementos de cocina y demás cosas en las veredas, aprovechando un poco el calor del sol que caía sobre el poblado de Bañado de Ovanta es la imagen más cruda y que pinta la realidad de lo que se vive. Una vez más, como aquel 6 de abril de 2014, los santarroseños vuelven a sufrir las inclemencias del tiempo. La incesante lluvia que desde el lunes azotó al pueblo, dañó una vez más a la gente y arrasó con lo poco que se había podido reconstruir.
En las calles se respira el aire a desazón y bronca que tiene la gente. "No alcanzamos a reponernos de lo que fue el año pasado y esta vez nos dañó peor”, expresó una de las vecinas que tiene su vivienda aledaña a la plaza principal, mientras invita a pasar a su casa y muestra los rastros del desastre. Todavía perduran las marcas de abril pasado, lamentablemente esta vez la cantidad de barro que ingresó a los hogares fue superior. "Entró cerca de 20 centímetros más. Se decía que habría que esperar 20 o 30 años para que vuelva a pasar una inundación como la que tuvimos, sin embargo, no llegamos al año y sufrimos algo peor”, es el comentario repetido de lugareños.
Desazón, bronca, impotencia, desgano, son las palabras que utilizan para referirse a los sentimientos, luego de pasado el temporal. Muchas personas no encuentran consuelo y hasta tienen resquemor. No entienden cómo pudo haberse empeorado lo del año pasado.
Algunos intentaron salvar electrodomésticos y muebles del hogar, pero todo esfuerzo fue en vano por la cantidad de agua y barro que ingresó a las casas. Muchos deberán empezar de cero nuevamente.
Un sentimiento común entre la gente es el miedo, el temor ante cada nueva tormenta. Los vecinos manifestaban su bronca indicando que piensan seriamente en dejar Bañado de Ovanta e irse a vivir a otro lado. "Tengo ganas de irme y no arreglar nada”, dijo uno de los vecinos. Una señora que tiene a sus padres jubilados viviendo en el barrio 37 viviendas (uno de los más afectados) expresaba con resignación que a partir de este nuevo desastre tomó la decisión de llevar a sus padres a vivir a otra parte, fuera de la localidad, ya que teme por sus vidas.
"Esto fue mucho peor que lo del año pasado, entró hasta un metro y medio o más de agua y barro en nuestras casas. Se mojó todo, perdimos todo, lo poco que pudimos recuperar de la inundación anterior ya no sirve”, indicó una comerciante. Otra de las dificultades que tienen los pobladores es conseguir provisiones para alimentarse, ya que es imposible comprar víveres en el lugar. Algunos comentaron que deben viajar hasta localidades cercanas como El Alto para alimentarse.
"Lo que pasó aquí es por inoperancia del Gobierno, porque no desmalezaron el cauce del río, no hicieron obras de infraestructura, nada. Los políticos se viven peleando entre ellos y no actúan para ayudar a la gente. Estamos cansados de eso”, comentaba Pedro Quiroga, otro de vecino indignado. Aún quedan alrededor de 200 evacuados que se refugian en el Salón Parroquial, donde se los alimenta y se les da un lugar donde dormir. Durante el día la gente vuelve a sus casas para de a poco ir sacando el barro y el agua que las afectó.
Muchos de los pobladores se quejaron por la falta de asistencia de los distintos organismos tanto provinciales como municipales. "El año pasado por lo menos nos dejaban un bolsón o nos daban agua, alimentos y otras cosas, pero ahora nada. Nadie se acercó a ver qué necesitamos", indicó indignada Jazmín, quien además de afectada su casa también tuvo pérdidas totales en su farmacia. Mientras que desde la iglesia del lugar, donde tiene la base el Comité de Emergencia, explicaron que de a poco estaban llegando las asistencias y donaciones para los pobladores, que serían repartidas a medida que vayan recorriendo los barrios.
El Ancasti