Lo barato sale
cada vez más caro
Por:
Tomás Bulat
Debo
reconocer que valoro cada vez más la sabiduría de mis abuelos. No sólo me
ensañaron algo tan básico –aunque hoy caído en desuso- como que “el ahorro es
la base de la fortuna”, sino la muy acertada frase de que “lo barato sale
caro”.
Subsidios
y servicios
Luego
de 10 años de crecimiento económico sin igual, el gobierno nacional decidió que
los servicios públicos en Argentina, pero muy especialmente en AMBA, sean muy
baratos, es decir, casi gratuitos.
Luego
de varios años de disfrutar la baratija, nos comenzamos a dar cuenta que lo
barato nos está saliendo cada vez más caro.
Así,
viajar en tren es casi gratis, de hecho la mayoría viaja sin pagar. El costo
que tiene se vincula a las altísimas
probabilidades de tener un accidente fatal. Adicionalmente, usar el servicio
ferroviario tiene un costo cotidiano: no llegan a horario, te dejan esperando,
si lográs entrar, viajas como sardina o colgado, etcétera. Es obvio que cuando
algo es gratis, a la larga, se paga de alguna manera; en el caso de los trenes
-por ejemplo- termina costando carísimo en tiempo, incertidumbre, incomodidad e
inseguridad.
También
nos cuesta poco la luz y el gas. Los valores que se pagan por bimestre en
departamentos de Buenos Aires son tan bajos que la mayoría ni siquiera sabe
cuánto paga. Te dicen “creo que 100 o 200 pesos”. Ni siquiera lo saben bien. Es
que no entra como un gasto relevante.
Seamos
sinceros, pregúntense: ¿es razonable pagar tan poco por algo que es tan
imprescindible en nuestras vidas? ¿Se imaginan hasta cinco días sin luz en
verano o sin gas en invierno? ¿No estarían dispuestos a pagar más si les
garantizaran que siempre van a disponer del servicio? ¿Les parece razonable que
una salida a comer pizza una noche para dos personas cueste más que lo que
pagamos de luz por el bimestre?
Es
absolutamente irracional lo que pasa. Pagamos poco por lo imprescindible y
pagamos mucho por lo superfluo. Nos olvidamos de considerar que en economía
todo se paga, entonces la consecuencia de pagar poco es que no tenemos
electricidad o gas en los momentos más críticos porque los cortan.
Hay
comerciantes que pierden su mercadería, ciudadanos que pierden días de trabajo,
jubilados que no cobran su jubilación, pequeñas empresas que dejan de trabajar
por falta de energía.
Ajuste
por precio o por cantidad
Así
las cosas, en economía como en la vida, los ajustes son por precios o por
cantidad.
El
ajuste por cantidad: si algo es muy barato, se demanda mucho, pero se produce
poco, por lo que hay un ajuste por cantidad. Se produce cada vez menos y, por
lo tanto, no lo conseguís.
O
el ajuste es por precio: si es más caro, la gente lo demanda menos, pero se
produce más y, por lo tanto, lo conseguís, pero tenés que pagarlo más caro.
En
la vida hay que elegir:
Si
lo pagamos barato, el Estado decide cuándo te lo da y cuándo te lo corta.
Si
es más caro, vos decidís cuánto y cuándo usarlo. Esa es la cuestión.
O
nosotros decidimos cómo usarlo o el gobierno lo decide. Hoy por hoy nos van a
programar de manera preventiva los cortes cuando haga calor. Yo preferiría
decidir en mi casa si prendo un aire acondicionado o dos o más o menos luce.
Pero saber que la tengo (y que no me voy a quedar sin agua un día de 32° de
temperatura).
Cómo
seguimos
Hay
que hacer muchas más inversiones, tanto en la producción como en la
distribución. Resulta obvio que el gobierno ya no tiene recursos para invertir
y lo tendrá que hacer el sector privado, pero para ello hay que cambiar todo el
sistema.
Así
que por ahora tendremos una eliminación de subsidios sumado a cortes frecuentes
cuando haga calor. No tendremos ninguna solución, ni en el corto plazo, ni la
hay en el mediano plazo. Habrá que esperar que llueva y baje la temperatura.
El
escenario actual es este: años de servicios baratos que terminaron destruyendo
la inversión. Al menos, la próxima vez que nos prometan que la luz y el gas
baratos, debemos saber que nos va a terminar saliendo muy caro.
Fuente:Infobae