En Arroyito, ante 42 mil hinchas,
Central ganó a pura entrega y efectividad el partido que esperó durante tres
años. Le robó tres puntos clave a Newell's
en la lucha por el Inicial. Para el
equipo de Russo este triunfo vale como un campeonato.
Cerca del cielo está Central. Anda
por la Luna. O, mejor dicho, gracias a Luna saborea un goce Gigante, llora como
se lloran esas cosas que se esperan durante 1.281 días, delira por un triunfo
que será recordado por el tiempo.
Ningún instante canalla superará
posiblemente a la palomita de Aldro Pedro Poy. Lejos de aquel 19 de diciembre
de 1971, esta vez fue el chino el que voló en el área, o se cayó, o se tiró.
¿Fue de casualidad? ¿Se trató de un rebote con la testa? Lo mismo da. Porque de
ese cabezazo nació una asistencia perfecta para el 2-1 de Encina. Y, entonces,
otra leyenda. Se dirá que el equipo de Russo tuvo efectividad, que llegó poco,
que corrió mucho, que peleó las divididas con el orgullo entre los dientes. En
fin, se dirá que ganó bien.
No es fácil hacerle dos goles a
Newell's, ni hacerlo jugar incómodo, ni desintegrar su posesión. Central lo
logró. Porque el puntero no fue el mismo de otras tardes. Tuvo instantes de
fútbol total cuando tomó el timón Maxi Rodríguez. Cada día juega mejor. El 1-1
es una prueba de eso. Corrió, picó al vacío, capturó con la punta del botín un
pase profundo de Figueroa y sin tocar el suelo le pegó. La pelota pegó en el
palo y ahí estaba nuevamente la Fiera para capturar el rebote.
Se empezó a acomodar Newell's tras
esa jugada. Los pases de Bernardi eran una amenaza. Hubo dos llegadas
clarísimas en las que a Newell's le faltó un par de centímetros de suerte. Una
de Pérez se fue por arriba; otra de Muñoz, pegada al palo. Y enseguida llegó
esa palomita que cambió el partido. El gol de cabeza de Donatti había
anticipado la pericia con la que andaban los de azul y amarillo en el área de
Guzmán.
En el segundo tiempo Central
aguantó retrasando líneas. Terminó refugiado con la defensa haciéndole sombra a
un Caranta que se agrandó con el triunfo. El puntero fue perdiendo pases y
piernas frescas para resolver. Ya no llegaba Figueroa como en ese remate que
dio en el palo. Ni Manso, ni Trezeguet, ni Tonso fueron las soluciones para
oxigenar las esperanzas.
A esa altura Arroyito no se daba
vuelta. Era todo de Central. Unos 42 mil colifas deliraban por este triunfo,
enorme triunfo, Gigante triunfo. Las lágrimas del final de Miguel Angel Russo
expresaban apenas unas gotas dentro del mar de felicidad de Central. Como para
no delirar.